La industria ha contraído fuertes compromisos con el paso al coche eléctrico y los inversores exigen hechos. Ha empezado una doble carrera: entre los fabricantes de coche eléctrico que buscan tecnologías punteras para diferenciar sus baterías; y entre los aspirantes a sedes fabriles que necesitan atraer inversiones para contar con gigafrábricas de baterías. El fabricante que no tenga una batería puntera perderá mercado; el país o la región que no tenga una gigafábrica de baterías saldrá del mapa fabril del coche eléctrico.
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La transición a un nuevo modelo de transporte está sufriendo su primer traspié en Alemania. La exitosa campaña de promoción de vehículos eléctricos ha producido una brecha entre el número de coches eléctricos en circulación y los puntos de recarga. Mientras tanto, España queda fuera de la red de factorías de baterías y el gobierno y los sindicatos buscan inversores en Asia.
La carrera del coche eléctrico ha comenzado. Entre marcas, pero también entre países. Bajo los datos alemanes de 2020 y las dificultades españolas para atraer inversiones se intuye una reconversión verde más problemática de lo anunciado.
Los países europeos están acelerando y recortando fechas en sus planes de transición conscientes de que incentivar el paso a la movilidad eléctrica es la única manera que tienen hoy por hoy de ayudar a su propia industria a no quedar atrás. Los primeros grandes mercados en masificar la venta de coches eléctricos serán los destinatarios de las primeras grandes inversiones de la nueva industria. Ya no es una transición, es una carrera.